Ifá nos enseña la importancia de confrontar y expresar los sentimientos reprimidos desde la infancia, sin importar qué máscara elijamos para ocultar el dolor, ya sea la fama, el estatus, la victimización, el poder u otra forma de encubrimiento o identificación temporal.
Esto se aplica primero a nosotros mismos cuando estamos enojados: debemos descubrir el dolor que yace oculto, para poder comprender mejor lo que sucede a nuestro alrededor.
Imagina que estás caminando por el bosque y ves a un pequeño zorro junto a un árbol. Cuando te acercas, de repente se abalanza sobre ti, enseñando los dientes. Te asustas y te enojas. Pero luego te das cuenta de que una de sus patas está atrapada en una trampa. Inmediatamente, tu estado de ánimo cambia de la ira a la preocupación: ves que la agresividad del zorro proviene de un lugar de vulnerabilidad y dolor. Ifá nos muestra que esto se aplica a todos nosotros. Cuando nos comportamos de manera hiriente, es porque estamos atrapados en una trampa emocional. Cuanto más nos observamos a nosotros mismos y a los demás con ojos de sabiduría, más cultivamos un corazón compasivo.
Cuando piensas que otra persona te hace sufrir porque está enojada, no es contigo... es porque sufre profundamente dentro de sí misma, y su sufrimiento se desborda. No necesita castigo; necesita ayuda. Ese es el mensaje que está enviando. Necesita aceptación y amor incondicional.